martes, 14 de enero de 2014

Aprendizaje de un niño en la época del Abrahám de la Biblia, siglo XV A.C. apróximadamente

[Shamas] "Algunas noches no lograba conciliar el sueño preguntándose de dónde había salido el primer hombre y la primera mujer, la primera gallina, el primer toro, quién había desvelado el secreto del pan, y cómo habían descubierto los escribas la magia de los números. Se desesperaba intentando buscar respuestas hasta que se dormía exhausto, pero desasosegado por no ser capaz de encontrarlas" [...] 
El niño hacía correr velozmente el cálamo sobre el barro, impresionado al imaginar que se abrían unas puertas en el cielo por las que Dios derramaba la lluvia. [...] Shamas sacó el cálamo y se colocó la tablilla sobre las rodillas, dispuesto a escribir cuanto le contara Abraham.  [...] Shamas está llamado a perdurar a través de sus escritos. Será un buen escriba, un hombre justo y sabio. Su destino no es pastorear. [...] En los últimos años, Shamas se había convertido en un adolescente consciente de que el aprendizaje exigía dedicación. Además, los escribas de Jaran no tenían con él ni la paciencia ni las contemplaciones que había tenido su maestro de Ur, y Shamas tuvo que esforzarse ante la amenaza de que no le seguirían enseñando si no hacía un esfuerzo mayor por aprender.  Pero aún debería adquirir muchos conocimientos para convertirse en un dub-sar (escriba) y, después de muchos años de ejercer de ello, adquirir el grado de ses-gal (gran hermano) y culminar su vida siendo un um-mi-a (maestro). [...] Había escrito la historia del mundo. La Creación de la Tierra según sabía Abraham. No tenía duda de que habría sido así"Julia Navarro, La Biblia de barro.

domingo, 12 de enero de 2014

Inglaterra siglo XIX

Crianza de un niño en la Inglaterra del siglo XIX, en un ambiente religioso, donde tiene a mano una profusa biblioteca: 

"Un día tuvo la suerte de poner la mano sobre una traducción de Las mil y una noches. Lo que primero le llamó la atención fueron los dibujos. Más tarde empezó a leer los cuentos que hablaban de magia, y después todos los demás, releyendo muchas veces los que más le gustaban. No pensaba en ningún otro libro. Se olvidaba de la vida que transcurría en torno. Era necesario llamarle dos o tres veces para que fuese a comer. Insensiblemente se formó en él el más exquisito hábito humano: el hábito de la lectura. Ignoraba que con ello se creaba un refugio contra todos los dolores de la vida; mas no sabía, sin embargo, que creaba para su uso un mundo ficticio, que alguna vez chocaría con el mundo real, produciéndose una amarga desilusión. A continuación leyó otras cosas. Era de una inteligencia precoz." En "Servidumbre humana" de Somerset Maugham